jueves, 22 de julio de 2010

Peli - Maria y yo

A pesar de que María y yo sea un tebeo en primera persona que habla del amor incondicional de un padre -el autor de cómic Miguel Gallardo- hacia su hija y a pesar de que la película beba de la misma fuente y del mismo sentimiento, la idea de trasladar las viñetas a la pantalla no fue de Gallardo. Y bien que se agradece.


Félix Fernández de Castro, realizador publicitario con varios Leones de Oro de Cannes y Soles de Oro de San Sebastián a sus espaldas, fue quien decidió que en el cómic había claramente una película. "Y sí, mantengo por supuesto todo el espíritu original", admite... Pero aporta otras cosas, como dar voz a la madre y a la gente que rodea en Canarias a María, la protagonista de esta historia ("porque Miguel no deja de ser un padre de paso, eso sí, excepcional"), o hacer que el espectador olvide que es un documental: solo durante las entrevistas hay miradas a la cámara.

"El resto es la historia de una niña autista y de su relación con su padre, que sí, que es dibujante y ha hecho un cómic sobre ello", apostilla Fernández de Castro. A su lado, Miguel Gallardo bromea: "A mi hija podía haberla encarnado Winona Ryder, pero con sus jaleos con la justicia. Y a mí, no sé, ¿George Clooney? La gente se cree que yo soy así, pero no, he hecho muchas horas de gimnasio para dar la talla en bañador".

No existe otra película parecida en el cine español, y pocas más en el cine mundial. Plasmar en la pantalla algo de la actual oleada de cómics autobiográficos parece un intento alocado, a excepción de esta María y yo o de American splendor, con la que el público conocía en toda su altivez y miseria al recientemente fallecido comiquero Harvey Pekar, aunque encarnado por Paul Giamatti. "Nosotros nunca dudamos de que eran el padre y la hija los que tenían que salir en pantalla", asegura Fernández de Castro. Tampoco dudó en rodar en los mismos sitios donde disfrutan Miguel y su Marieta, esa niña que sin saberlo es bilingüe en castellano o catalán, según a quién se dirija. "A cambio, estuvimos en uno de los hoteles más aburridos del mundo", se queja el realizador. Aburrido para él, para Miguel, para el equipo técnico. Aburrido para todos excepto para María: bufé libre y granos de arena en la playa para contar. ¿Para qué pedir más?

Fuente: www.elpais.es

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